miércoles, 24 de abril de 2013

JOSÉ LUIS SAMPEDRO: EL ESCRITOR REPOSADO

Nuestra amiga Isabel, gran lectora y amante de las buenas letras, nos envía estas palabras sobre uno de sus escritores preferidos: José Luis Sampedro. ¡Gracias Isabel!

Era inevitable que todo el país se hiciese eco de la muerte de José Luis Sampedro. Economista, humanista, miembro de la Real Academia Española y tremendamente comprometido, contrarrestaba la fragilidad del paso de los años con la firmeza de sus palabras y actos.

Conocí a Sampedro a través de sus libros, y como escritor quiero recordarlo. Por supuesto, La Sonrisa Etrusca fue el primero. La historia de Bruno, el campesino calabrés, que recupera la ilusión al final de sus días a través del amor de una mujer pero, sobre todo, a través de su nieto, el pequeño Brunettino. Probablemente una de las historias más hermosas jamás contadas, con esa sencillez que le caracterizó en todos los aspectos de su vida. Una historia que no deja nunca de emocionarme.
Después leí La Vieja Sirena, la historia que me transportó a aquella Alejandría mágica, donde todo era posible. Contaba Sampedro en una entrevista que, cuando había publicado esta novela, un crítico le había dicho que se había inspirado claramente en autores como Waltari. Él se reía: había crecido leyendo a Homero, ¿Acaso necesitaba otras influencias?
Luego vinieron otros libros, donde descubrí que Sampedro no era sólo un escritor amable, sino de gran profundidad. Todavía recuerdo lo que me hizo sufrir con Octubre, Octubre, su creación total en torno al amor, a la vida, al ser humano ("Si no fuera por amor, ¿cómo podría existir nada?"). Descubrí al autor preocupado por el erotismo y sus múltiples facetas en El Amante Lesbiano. Al que nos obligaba a recordar la historia para no repetir los errores del pasado en el precioso libro Los Mongoles en Bagdad. El anciano que se dejaba traslucir entre las páginas de La Sombra del Drago, libro cuya dedicatoria siempre me hace sonreír (“Con viva simpatía”, escribió, como si algo en este escritor careciese de vida). Dejó también escritas valiosas lecciones que no pretendían serlo. Una de ellas, el maravilloso relato pausado de su vida que es Escribir es Vivir. Otra, el diálogo que mantiene con Valentín Fuster en La Ciencia y la Vida.

Dos libros suyos he dejado para el final, por razones distintas. El primero, uno de sus últimos textos publicados, el prólogo que escribió para el que, posiblemente, sea el manifiesto de esta época, ¡Indignaos! de Stéphane Hessel. “Debemos resistirnos a que la carrera por el dinero domine nuestras vidas” escribe Sampedro, y en sus palabras puedes oír al autor, sentado en casa, hablándote con tranquilidad y firmeza. El otro, el último de sus libros que leí, la novela que tardó casi 20 años en escribir. El Río que nos lleva fluye con las aguas del Tajo, avanza a través de pueblos olvidados, de los caminos que él mismo recorrió a pie para, de forma pausada, ir escribiendo cada línea de esa historia. Un libro que emociona en su aspereza, en su rotundidad. 

El legado de un escritor reposado que nos dejó claro que lo importante de la vida, era vivirla.   

4 comentarios:

Ana B. dijo...

Estoy acabando La sonrisa etrusca y ha sido una excelente elección. No esperaba tanta delicadeza y amabilidad en las palabras de este escritor. Sin duda, leeré algo más de este autor.

Falesá dijo...

La verdad es que es un libro precioso y muy recomendable. ¡Me alegra que te guste!

Ana dijo...

Escritores que emocionan en cada una de sus palabras.
Gracias por este precioso recorrido por su obra!

Biblioteca La Salle Gran Vía dijo...

Me alegro mucho que te haya gustado Ana. Tenemos la suerte de tener su obra.