miércoles, 14 de noviembre de 2012

La carretera


LA CARRETERA, Cormac McCarthy

“No me digas cómo acaba la historia, por favor.”

Un padre y su hijo avanzan con dificultad a través de un país destruido. Nada más sabemos de ellos: ni sus nombres, ni su procedencia. En ese mundo estéril, arrasado, donde todo lo que conocíamos ha desaparecido, lo único que importa es la supervivencia.


La Carretera es un libro alegórico, un viaje iniciático, el replanteamiento de los principios morales y éticos en un escenario nuevo, donde la sociedad como tal ha desaparecido y el hombre parece condenado a extinguirse. El eterno conflicto entre el Bien (el Niño, un Dios, el portador del fuego) y el Mal (los asesinos que vagan por la carretera, los ladrones, los caníbales). La dicotomía entre la Desesperación y la Esperanza, tal y como la entendía Schopenhauer ("Quien ha perdido la esperanza también ha perdido el miedo; tal es el significado de la palabra desesperado."). Pero, sobre todo, la lucha constante contra el deseo de rendirse. 

La Carretera ganó el prestigioso premio Pulitzer en el año 2007, un hecho sorprendente para un libro de estas características. Pocas veces se ha ajustado tanto el lenguaje a su contenido, a la nada y a la desolación que acompaña a los personajes. Cormac McCarthy utiliza un estilo sobrio y sin florituras. Las descripciones son cortas, precisas, contundentes y sin divagaciones. Los diálogos entre padre e hijo son breves y en la mayoría de las conversaciones se confunden ambas voces, como si estuviésemos ante una única persona y su eco.

McCarthy es uno de los llamados cuatro grandes de la literatura norteamericana, junto a Philip RothThomas Pynchon y Don Delillo. La Carretera fue adaptada fielmente al cine por John Hillcoat en el año 2009, protagonizada por Viggo Mortensen y Kodi Smit-McPhee. Los cinéfilos recordarán también la adaptación por parte de los hermanos Coen de otra obra de gran éxito de McCarthy, No es País para Viejos (2007).

Si te gustó La Carretera:
-         Hijos de los hombres, P.D. James.
-         No es país para viejos, Cormac McCarthy.

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