jueves, 6 de junio de 2013

FAHRENHEIT 451, Ray Bradbury

Las chicas del club de lectura de Bachillerato acaban de comentar su última lectura del curso:

 FAHRENHEIT 451, Ray Bradbury

"Y si se ahoga, muera, por lo menos, sabiendo que se dirigía a la playa."

Al pensar en Fahrenheit 451 acuden tantas cosas a la cabeza, que la tarea de organizarlas es ardua. Hablar de Fahrenheit 451 es referirse a un género, la novela distópica, del que probablemente sea uno de sus exponentes más conocidos. Un futuro de apariencia tranquila, y, sin embargo, desasosegante. Un mundo donde los libros están prohibidos por la ley y la labor de los bomberos es quemarlos. Una sociedad donde los dispositivos electrónicos han asumido toda labor de entretenimiento, y en la que sus individuos se ven empujados, pese a su aparente satisfacción, a comportamientos de alto riesgo (pastillas, armas de fuego, conducción suicida...)
Montag nunca se ha planteado su trabajo. Quema libros, como el resto de sus compañeros bomberos. Es un trabajo sencillo, limpio y purificador. Sin embargo, todo cambia cuando conoce a su joven vecina, Clarisse. Será Clarisse, esa chica loca como ella misma se autodenomina, la que le mostrará que una vida diferente es posible:
“- El psiquiatra quiere saber por qué salgo a pasear por el bosque, a observar a los pájaros y a coleccionar mariposas (...). Quieren saber lo que hago a cada momento. Yo les digo que a veces me limito a estar sentada y a pensar. Pero no quiero decirles sobre qué. Echarían a correr. Y, a veces, les digo, me gusta echar la cabeza hacia atrás, así, y dejar que la lluvia caiga en mi boca. Sabe a vino. ¿Lo ha probado alguna vez?”
Pensar en Fahrenheit 451 es recordar el McCarthismo de EEUU y su censura, la quema de libros en la Alemania nazi. La manipulación mediática que, cada vez, es más burda en nuestras sociedades occidentales.  

Pero, sobre todo, reflexionar en torno a Fahrenheit 451 nos lleva a las grandes preguntas vitales. Ray Bradbury nos plantea cuestiones como la libertad, la felicidad, el proceso de creación, el arte. Como dice Faber, el antiguo profesor de literatura con el que contacta Montag: “No hablo de cosas señor, - dijo Faber. – Hablo del significado de las cosas.”

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