Es como nadar en un mar de caras. La gente se para a hablarte, te mira y sonríe, y tú respondes cortés que ha sido un placer encontrarte con esa persona anónima y que por supuesto que la llamarás. Pero claro, si no recuerdo de qué la conozco, voy a recordar su número. La verdad es que simplemente sonriendo suelo conseguir salir del paso. No, definitivamente el problema no está en los encuentros casuales, qué va.
El problema es cuando me despierto por la mañana en una cama que me es desconocida, miro a mi alrededor y veo un marco de fotos con una pareja joven y sonriente. La chica tiene unos ojos grandes, marrones y expresivos que inspiran algo en el fondo de mi cabeza. Por supuesto, esta sensación se esfuma en seguida, en cuanto me percato de que hay un bulto a mi lado en la cama.
Trato de levantarme sin hacer ruido y me meto en un pequeño cuarto a la izquierda. Es un baño, eso lo sé, pero parece que hay otra persona al otro lado del lavabo, mirándome fijamente. Es un hombre ya entrado en años, de unos 60 aproximadamente, en un pijama de franela azul.
-¿Quién eres? -le pregunto secamente, pero da la casualidad de que este hace la misma pregunta justo a la vez que yo. Veo como empieza a fruncir el ceño. Me giro para encararle, y él hace lo propio al mismo tiempo.
-Te he hecho una pregunta -otra vez a la vez. Empiezo a molestarme. Trato de acercarme más, cuando veo que él hace lo mismo. Freno en seco mientras levanto una mano para detenerle en caso de que se choque contra mí, pero todo lo que noto es cristal. Su dedo se encuentra exactamente en la misma posición, al otro lado.
Entonces algo en mi cabeza comienza a despertarse. Es como un zumbido suave y algo incómodo, que cada vez va a más. Y entonces me acuerdo: me estaba mirando en un espejo, en el de mi baño, en la casa en la que llevo viviendo 30 años.
-¡Maggie! -grito. Y me ha salido del alma.
Una mujer también mayor entra en la habitación con su cabello plateado revuelto y una alarma latente en sus preciosos ojos marrones, con ese brillo tan especial que siempre los ha hecho jóvenes.
-Oh, Maggie -suspiro-. ¿Qué me está pasando, Maggie?
Su nombre es como un chaleco salvavidas en un mar revuelto, sé que si soy capaz de seguir repitiéndolo todo irá bien.
-Te acuerdas de mí -murmura suavemente. Sus ojos brillan cada vez más.
-Cómo iba a olvidarte.
Estoy confuso. Es mi mujer desde hace casi 50 años y estoy seguro de que el amor de mi vida, ¿cómo iba a olvidarla?
-Cielo, tienes alzheimer.
Siento cómo el aire escapa de mis pulmones, así que la abrazo y tan solo viene una frase a mi cabeza que quiero, que necesito decir antes de olvidar de nuevo:
-Maggie, mi Maggie, te quiero.
Entrega de premios Inspiraciencia 2013
12 comentarios:
¡Enhorabuena, Inés! Un relato lleno de ternura y de buena práctica literaria. Ánimo y quién sabe cuál puede ser tu próximo reto...
Que bonito, de verdad, me ha encantado.
Es super bonito se tendría que dedicar a esto de mayor
Muy buena historia,bonito relato.
Eres una gran artista. ¿Cómo se te puede ocurrir todas esas cosas?
¡Enhorabuena Inés! Es alucinante este relato, me ha encantado.
muy bonito ¡Enhorabuena!!!
Cuando dejes de tener miedo empezarás a disfrutar.
Me ha encantado, aunque es muy triste... Con la imaginación que tienes seguro que puedes escribir algo más alegre... :D
Me ha encantado, aunque es muy triste... Con la imaginación que tienes seguro que puedes escribir algo más alegre... :D
Es muy bonito el relato y aunque sea triste me ha gustado bastante, hay gente que lo pasa realmente mal con el Alzheimer
Me ha parecido un relato precioso. Me siento identificada, ya que un familiar mío está empezando esta enfermedad y es triste darte cuenta.
Tienes mucho talento, deberías seguir escribiendo y puedes llegar muy lejos:)
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